El origen en el vientre
En el vientre de mamá, mientras tomaba nota de lo que necesitaba para vivir, también aprendí sobre dependencias, renuncias y duelos. Todo lo que ella atravesaba se grababa en mí: el dolor, la tristeza y la necesidad de apegos que la mantenían unida a vínculos de los que no podía desprenderse, aunque supiera que le hacían daño.
La primera adicción
Nací y fui adicta a mamá. A complacerla, a hacer lo que fuera por verla feliz, incluso si eso significaba renunciar a mis propias necesidades. Cada intento de elegir un camino distinto me llenaba de culpa e inseguridad, como si fallarla a ella fuera fallarme a mí misma.
La trampa de las transferencias
En la adolescencia creí que podía alejarme y construir una vida propia. Pero descubrí que no había sanado, solo había cambiado de escenario. Dejé de ser adicta a los deseos de mamá para convertirme en adicta a otros vínculos. Busqué sentirme valorada y elegida a través de ellos, postergando otra vez mi propia voz.
Era como dejar de fumar para comenzar a comer compulsivamente: la forma cambia, pero la raíz permanece intacta.
El enojo y la comprensión
Sentí enojo con mamá, con su historia y con lo que había heredado de ella. Hasta que comprendí que todo lo que se aprende también puede desaprenderse. Que detrás de cada adicción hay un origen más profundo que merece ser visto, escuchado y sanado.
La elección de sanar
Hoy puedo reconocer mis adicciones sin vergüenza. Me nombro valiente porque me hago cargo de lo que me corresponde. Buscar el origen, mucho anterior a mamá, me permitió dejar de confundir el dolor con la forma de vivir.
Y vos, ¿te reconocés en alguna adicción?
Nombrarlas es el primer paso. Comprender su raíz es el camino hacia la libertad.
En mis consultas de Bioexistencia Consciente acompaño a quienes desean dejar atrás los patrones que los atan a vínculos, hábitos o creencias que ya no les hacen bien. Si sentís que este puede ser tu momento, podés dar el primer paso acá +54 9 2262 51-9963