Despertando a las Adicciones Silenciosas: ¿Qué Hábitos Incontrolables Guían Tu Vida?

Creemos que la adicción es algo lejano y extremo, pero a menudo vive en nuestra heladera, en nuestros vínculos o en el celular. Impulsados por la dopamina, normalizamos hábitos que nos dañan en silencio. Este es un llamado a identificar esas dependencias cotidianas y a hacernos cargo para recuperar nuestro bienestar.


El Mito de la Adicción Lejana

Cuando pensamos en la palabra “adicción”, la mente suele volar hacia escenarios lejanos, casi de película. Imaginamos sustancias, clandestinidad y situaciones extremas que sentimos ajenas a nuestra realidad. El inconsciente colectivo nos ha vendido durante años la idea de que una adicción es algo grande, evidente y destructivo, como la cocaína o el alcohol.

Pero, ¿qué pasa si te digo que las adicciones más comunes no hacen tanto ruido? ¿Qué sucede cuando viven con nosotros, se sientan a nuestra mesa y duermen en nuestra cama?

El Primer Paso: La Pregunta Fundamental

El verdadero viaje de transformación comienza con una pregunta simple pero profunda: ¿cuáles son esos hábitos incontrolables, esas acciones que no podés parar de hacer aunque sabés que te hacen daño?

Ese es el primer y más importante paso: hacerte cargo.

Los Múltiples Rostros de la Dependencia

En el video, la experta nos recuerda que la dependencia no tiene una sola cara. No se trata únicamente de las adicciones químicas. Existen al menos tres grandes grupos que nos atraviesan a todos:

  1. Las químicas: Las que todos conocemos, ligadas a sustancias.
  2. Las vinculares: Relaciones con personas que se vuelven tóxicas y adictivas.
  3. Las conductuales: Como la necesidad compulsiva de revisar las redes sociales.

Durante mucho tiempo, la presión por pertenecer —a la familia, a la “manada”, al grupo en la adolescencia— nos llevó a obedecer mandatos inconscientes. El “gran adicto” era otro, el que consumía drogas. Pero hoy, con una nueva consciencia, estamos empezando a ver que las dependencias más profundas son las que hemos normalizado.

La Adicción que Vive en tu Cocina y en tus Vínculos

Las adicciones más sutiles son las más peligrosas, porque no las reconocemos como tal. Las tenemos en la heladera, en la cocina y, a veces, sentadas frente a nosotros.

Pensemos en ese alimento que comés sabiendo que te va a hacer doler la panza. O en esa relación que te maltrata, que te anula, pero sentís que “te puede” y no la podés dejar. En ambos casos, el mecanismo es el mismo. Empezás a naturalizar y acostumbrarte a lo que te hace daño, creyendo que “es lo que te tocó”.

Uno cree que eso es lo natural, lo normal. Pero esa relación de la que no podés salir es tan adictiva como la harina que seguís comiendo aunque tu cuerpo te grite que no lo hagas.

El Motor del Placer: La Dopamina

¿Por qué caemos en estos patrones? La respuesta está en nuestra biología. Estas acciones, alimentos y vínculos nos generan picos de dopamina, la hormona del placer. Nos dan una gratificación instantánea, una euforia momentánea que nos hace sentir bien por un instante, aunque el costo a largo plazo sea nuestro bienestar.

No se trata de convertirnos en nutricionistas de nuestra propia vida ni de seguir reglas estrictas. Se trata de algo mucho más poderoso: hacer consciente lo inconsciente.

Cada uno de nosotros sabe, en el fondo, qué es mejor o peor para su biología y para su alma. El verdadero juego es empezar a escucharnos, a identificar esas “soluciones rápidas” que nos alejan de una vida plena y consciente.

La invitación de hoy es a observar. Sin juzgar, simplemente mirar. ¿Qué patrones repetís? ¿Qué te da un placer momentáneo pero te roba la paz duradera?

Tomar consciencia es el primer paso para reclamar tu poder y elegir, de verdad, cómo querés vivir.

Sabri

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